jueves, 28 de mayo de 2009

La moral

Este relato es para mi amiga Punchis, que me dió un premio de Blogs feneminos y me retó a escribir una historia en la que aparecieran las palabras: Sexo, literatura, cine, viajar...

Esta es una historia de mentira, pero creo que tiene mucho de verdad. LA escribo pensando en Carmen, una mujer del hospital. Su historia no tiene nada ver con esta en cuanto a la trama, solo el final es el mismo. Pero Carmen tiene los ojos cargados de soledad, de dudas, y de fuerza y energía de esa que solo las mujeres que han sufrido son capaces de transmitir.

Va por vosotras.




Carmen tiene 37 agostos y muchas canas para su edad. Nació en un pequeño pueblo del interior, donde las señoras debían vestir el luto y llevar el corazón negro a la muerte del marido, y las jóvenes debían vestir inmaculados tonos y llevar la blanco el cuerpo, a la unión con el mismo.

Carmen tuvo varios novios, ninguno terminó de resultar el adecuado, y un buen día, cuando rondaba los treinta y el que se supone que era el hombre de su vida había aparecido para quedarse, este decidió que quería viajar, que no esaba preparado para unirse a nadie y la dejó solita, sentada en el sofá de una casa, que se suponía iba a ser para los dos. Así fue como Carmen, con el alma en un pañuelo y el corazón cerrado por derribo, se marchó a vivir a la ciudad.

Allí trabajó de mil cosas, aunque ella siempre había sido peluquera, en la gran urbe parecían no importar las costumbres, ni de donde vengas, ni hacia donde vayas. Allí todo se movía rápido, al son del asfalto, al ritmo de los semáforos...A veces, esperando, sonreía pensando en lo absurdo que es vivir a la orden de muñequitos de colores...perder el autobus, el metro,perder el tiempo y la vida entre ese humo gris que te contamina el cuerpo y el alma.
Pero, ¿ Qué hacer sino? Toda una oportunidad poder vivir en una ciudad como aquella...No hay que ser desagradecida....Vivir allí, con aquella oferta de posibilidades, era la unica opción deseable para una mujer sola.

A lo largo de varios años, Carmen aprendió a vivir allí. La contrataron en un centro comercial, vendiendo entradas en un cine, del que luego se llevaba los posters a casa.
Conoció a un grupo de compañeras de la superficie comercial , con ellas salía y entraba, y hacía un viaje cada verano.

Leía en el parque todos los días, y adoptó una perrita que la acompañaba, para que pudiera acompañarla siempre. La literatura era el unico toque de profundidad y sentimentalidad que quedaba en su vida.

Respecto al amor, qué decir. No se ven igual las relaciones ni las personas cuando ya te han hecho tanto daño...Hay cosas que cuando pierden la magia no vuelven a ser lo mismo nunca...Y eso sucede con el amor. Cuando pierdes el misticismo, la ilusión de lo eterno, la utopía de la entrega mútua...Ya nada es lo que era y el corazón se encoje, como todos los tejidos que padecen una cicatriz.

Supongo que hay que ser valiente para asumir esta realidad y no dejarse llevar por lo socialmente aceptado...Supongo y afirmo, porque Carmen es muy valiente.

Hace un par de meses, Carmen conoció a un chico bastante menor que ella, acudió al sitio donde trabajaba a pedir trabajo para él. Ella sabía que era un niño superficial, pero tener el corazón atrofiado no quiere decir tener el cuerpo atrofiado, así que lo invitó a unos vinos, que se siguieron de una larga noche de sexo.
A la noche siguiente, sonó el timbre de su apartamento, al abrir, allí estaba él,con su camisa de lino blanca, con su piel dorada del Sur y sus enormes ojos oscuros. Sin mediar palabra la besó, y aquel beso fue seguido por otros tantos, por otras caricias, por otros encuentros de ambas anatomías, tan distintas en edad, color y forma...Tan iguales en la búsqueda de su complementario.

Así sucedieron varios días, varias noches, en las que Carmen hacia suya aquella frase del Maestro Sabina, que reza que hay una hora maldita en que el alma necesita un cuerpo que acariciar.

A la mañana siguiente, se levantó temprano, dejó al joven durmiendo en su cama, y ella partió con su perrita al parque del barrio. Mientras Lula perseguía palomas, Carmen miraba al agua de una fuente verdosa, con una sonrisa agridulce, con esa sensación extraña que se nos queda a las mujeres tras haber hecho algo que te apetecía muchisimo y que consideras moralmente aceptable, pero que no terminas de asumir como bueno debido a ese murmullo rancio que suena en el interior de tu cráneo con ecos de la infancia, con voz de madre y de colegio católico.
Con esta idea en la cabeza, Carmen se dispuso a volver a casa...Pero Lula no estaba, había corrido detrás de otro perro. Ella corrió tras ellos y a lo lejos, avistó una moto en terreno peatonal...Grito con fuerza el nombre de su perra, gritó y gritó.....
- Y ya no recuerdo nada más Doctora-


Carmen fue atropellada por una moto intentando evitar que atropellaran a Lula.
En la habitación del hospital, Carmen mira al techo y llora calladita. Ahora no puede moverse, aunque los médicos le damos esperanzas de que con mucha rehabilitación podrá volver a caminar.

Carmen llora por la paradoja de haber estado toda la vida planteandose la reponsabilidad, la etica, la moral....La moral de no casarse, de huir de su pueblo y dejar solos a sus pobres padres.La moral de vivir para ella, la moral del sexo sin amor...La moral de estar sola, la moral de la moral.
El hombre que la atropelló era un ejecutivo con prisas, con demasiadas prisas, y con demasiada cafeina (por no nombrar otros estimulantes) en su cuerpo. El hombre que la atropelló era, socialmente, moral.

3 comentarios:

yáñez dijo...

Bonito el cuento pero muy triste la historia Abutita, con esos ojos tan bonitos que tienes los haces entristecer y debes dejarlos brillar y rebosar de alegría, coño que eres joven, culta, andaluza y de izquierdas por lo que la moral no debe primar sino la consciencia de hacer lo que uno quiere sin reprobaciones místicas.

Rube Antono dijo...

Me encantó el aire a objetividad, realidad sin maquillaje.
Muy bonito. La puedo ver en su cama mirando hacia la ventana.

Zorro de Segovia dijo...

Yo creo en la suerte. En la buena, ... y por desgracia también en la mala, la que tuvo Carmen