lunes, 27 de diciembre de 2010

Hasta siempre, Stewie, amigo.


Stewie era un bichito peculiar...No era una rata, ni un gatito flaco...No era un roedor, ni un cánido...Stewie era un mustélido, más concretamente, un hurón. Un hurón albino.

Cuándo era pequeñito, el dueño de su madre no lo quería, porque los albinos no ven bien, y no sirven para cazar...Así que yo, haciendo uso una vez más de mi enfermizo amor por los animales, lo adopté.

Recuerdo los primeros días, en los que no sabía como cogerlo, qué hacer con él y con sus ataques de asma...Sin embargo, luego fue muy fácil...Stewie, como cualquier bebé mamífero, sólo quería dos cosas: Comidita y cariño, mucho cariño. Así que en pocos días, nos hicimos buenos amigos.

Durante un año, Stewie vino conmigo a todos lados, incluso recuerdo una excursión a Madrid...éramos uña y carne. Luego fue creciendo, y poco a poco se hizo más independiente, pero siempre seguía buscándonos para jugar. Pese a lo que decía la gente, Stewie nunca usaba sus colmillos contra nosotros.

Stewie jugaba con Otto, se enganchaba de sus arrugas...Nos acompañaba al campo, hacía madigueras...Se metió en algún que otro lío por culpa de lo cegato que era (cada año veía menos)...Aprendió a andar por los tejados, a vivir en mi bolso, acudió a alguna que otra clase de la facultad de medicina, se perdió unas cuántas veces, aunque al final siempre aparecía... Mató alguna paloma ladrona de pienso... Y muchas aventuras más.

Stewie hacía un ruidito muy simpático, a la vez que saltaba..le gustaba bañarse en agua calentita, y le encantaba dormir...

Querido Stewie, nunca podremos olvidar tu soniditos, tus saltitos amables, lo inevitable de cogerte pese al olor tan fuerte que desprendía tu piel...

La vida pasa, se va la vida y el corazón, jamás olvida.

Hasta siempre amigo.

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