domingo, 23 de marzo de 2008

Tardes de primavera....


Siempre he creido que las distintas partes del día se turnan la belleza durante el año.

Así, las noches de verano se la pasan a las mañanas de otoño y estas a las tardes de primavera...


Ya es primavera, y esto, menos por los estupidos anuncios del corte inglés que hacen desperdiciar KILOS Y KILOS DE PAPEL y que nos incitan a consumir estupidamente, (tenía que decirlo) a parte de esto, es bonito ver atardecer en primavera...


Sobre todo si estás en el campo, si vas en el tren y su ruido espanta a una mamá perdiz y sus recién nacidos perdigoncillos salen corriendo en rigurosa fila tras ella....




Hoy no estoy en el campo, pero estoy en casa y desde mi ventana veo el cielo mientras oigo a Ismael Serrano...eterno compañero....Y cita Ismael la primavera, como no, siempre toca el botoncito adecuado...


La primavera, la nostalgia... Gracias Ismael


"Y el dulce bisturí de la memoria, el viejo tacto de tu mejilla, me cortó.

Tómate algo conmigo antes de que ardan las aceras, de que la primavera acabe

y cuéntame que hiciste en este tiempo, dime que estás bien.

Entremos aquí mismo, ¿te casaste? No me digas...

Jefe, un par de cañas.

Confiesa que me buscaste entre los escombros, en las ruinas del alma.

Dime que aún recuerdas el asiento de atrás del coche, los mirones del parque,

césped en mis pantalones y la certeza de sentir.

Mirabas siempre al sur, joven y hermosa. Decías que tras la autopista me esperabas para huir. Mirábamos al sur, no fui tan lejos por no encontrar al otro lado las certezas que perdí.

Y esta claridad.

Yo sigo con mi lucha y mis canciones y para morir joven ya soy viejo

-nunca fue mi afán-.

Que la vida iba en serio ya te avisó un poeta, y como a mi, hiciste bien,

tampoco lo escuchaste.

Por eso te seguí hasta el precipicio, y acaricié las luces de tu estambre.

Me dejaste la guerra, y los manojos de ortigas.

Te fuiste con mi aliento, con mis discos de Sabina y la llave del porvenir.

La herrumbre de los años te respeta. Otra cerveza.

¿Cómo que te vas? Con las prisa de siempre, rubia. Sigues igual.

Bueno, tienes razón, algo hemos cambiado.

Nos agotó el reloj. Tú te cambiaste de tinte, yo cada día miento peor.

Te acompaño hasta el metro. No, mujer, que no es molestia,

y si te faltan refuerzos: mi teléfono en tu agenda y la certeza de sentir.

Mirabas siempre al sur, joven y hermosa.

Decías que tras la autopista me esperabas para huir. Mirábamos al sur, no fui tan lejos por no encontrar al otro lado las certezas que perdí.

Y esta claridad.

Y esta claridad... "



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